19.12.06

All in the family II...

Mi papá me ha enseñado muchas cosas en estos 22 años de relación. Desde cosas triviales como aprender a hacer el nudo de la corbata hasta otras más importantes como hinchar por Español de Talca. Pero creo que lejos uno de los legados más grandes es el amor por la Familia. Siempre, ante cualquier caso, estar junto a la familia. Nunca alejarse de ella y mantenerla unida. Nada más importante que la Familia.
Pero esa enseñanza no sólo vino de mi padre. Creo que viene aún más fuerte de mi mamá y su entorno. Es más: me atrevería a decir que mi viejo intrenalizó fuertemente lo que signfica la familia cuando entró al clan Urquiza, el de mi madre, apenas como un veinteañero pololo. Ha sido ese apellido, el de mi abuela materna, el que nos ha marcado a fuego lo que significa una Familia. Ojo, no me refiero sólo a hermanos y papás. Mi familia al menos es mucho más grande. Abarca tío y primos, en primer, segundo y tercer grado. Y desde que tengo memoria, he visto a esta tribu ir creciendo juntos. Todos apegados, achoclonados. En las buenas, que han sido muchísimas, y en las malas, que por suerte han sido las menos. Lo que afecta a uno, toca a todos. Tu problema es el mío, es el nuestro. Y las cosas las resolvemos entre todos, con la ayuda de todos. Así es como nunca nadie de nosotros se ha quedado solo.
Yo creo que algún gen italiano debe correr por nuestras venas. Quizás el apellido es Urquizini. Por esto de ser tan cercanos, de reunirnos siempre en torno a la buena mesa y de expresar nuestras emociones aprovechando cada instante que tenemos juntos. Somos muchos. Todos distintos. Pero a la vez somos Uno solo. Una gran torre, que tiene sus cimientos firmes en mi abuela. Que se ha ido construyendo sobre sus mensajes y sus enseñanzas. Que luego sigue con nuestros padres, que han sido capaces de transmitirnos ese sentir que nos hace querernos tanto. Y que hoy, estamos construyendo nosotros, los primos.
Cuesta transmitir esto y que el resto lo entienda. Se necesita la experiencia para comprenderlo. Recuerdo que cuando entré a la U, para algunos era difícil entender que viviera con mi tía, primas y abuela. Pensaban que era una mala experiencia, cuando para mi era de lo más normal estar viviendo en Santiago con mi otra familia, si toda la vida la hemos pasado así, juntos.
La semana que pasó fue de contrastes. De grandes fuertes emociones. La felicidad de un evento tan esperado se vio amenazada por un accidente evitable. Y en un comienzo uno ve todo negro. No puedes creer tanta mala suerte. Pero luego sacas lo positivo. Y te das cuenta que TODOS estuvieron ahí. Contigo. Con tus cercanos. Incondicionales. Ante todo y ante todos. En 15 minutos la red familiar se había extendido rápidamente. Como una malla de protección que te recibe y te acoge. Y te sientes protegido, como que nada malo puede pasar. Y te das cuenta de lo que tienes y lo valoras muchísimo más. Porque esta familia, pase lo que pase, seguirá creciendo, unida como siempre. Y soy el tipo más afortunado por esta Gran Familia.